El municipio de San Brígida, a lo largo de la historia ha sufrido diversos cambios en su propia denominación. Sin entrar en polémica sobre la denominación de Sataute, como se llamó el núcleo de población aborigen, el asentamiento europeo recibió diversos nombres a lo largo del Antiguo Régimen, como fueron: El Lugar de la Vega, La Vega, Vega de Abajo, Vega de San Antonio y, por último, Santa Brígida o Villa de Santa Brígida.
Como ya dijimos, anteriormente hubo un núcleo de población aborigen en este municipio, utilizando como medio de subsistencia el bosque, obteniendo leña para sus trabajos cerámicos y madera para sus herramientas y utensilios, como podemos ver reflejado en los yacimientos arqueológicos de La Atalaya y Cueva de los Canarios.
Después de la conquista de la isla de Gran Canaria, la Vega es una de las primeras zonas de la Isla afectada por el proceso colonizador a través de los repartimientos de tierras y aguas. Éstas eran abundantes y la zona contaba con buenas tierras, además de cercanía relativa a la capital, todo lo cual la dotaba de grandes condiciones para emprender su colonización. En pocos años, los conquistadores y colonizadores, andaluces y castellanos, convirtieron Santa Brígida en "un auténtico vergel, a golpes de hacha y surcos de arado"; así nos lo describe el historiador Antonio Rumeu de Armas.
En este contexto, el Monte Lentiscal pasa a ser un territorio de aprovechamiento comunal, es decir que aunque conservaba el carácter de realengo y era propiedad de la Corona, el Cabildo de la Isla podía explotar los productos que ofrecía en beneficio propio y de la población. Sin embargo, la rápida deforestación supone un retroceso progresivo del monte grancanario durante el Antiguo Régimen, debido sobre todo a la tala, quema y desbroze de la masa forestal para convertir los territorios en baldíos y facilitar así su privatización, proceso que se acelera a mediados del siglo XVII y que en el caso de Santa Brígida favoreció a las grandes familias terratenientes. Esta tendencia prevalecerá a lo largo de esta etapa y hasta el siglo XIX, gestándose un nuevo paisaje donde tendrá una gran preponderancia la producción vitícola, con sus bodegas y lagares, que se irá convirtiendo en el protagonista de la economía de Santa Brígida.
A pesar de la hegemonía de la viña, se plantaron otros cultivos, como el cereal, base fundamental de la dieta en la Edad Moderna, la caña de azúcar, producto que en el siglo XVI ocupó gran parte de los campos de cultivo de Gran Canaria, ya que, durante este siglo, dio numerosos beneficios con su exportación a los mercados de América y del Norte de Europa. La importancia de la producción azucarera la vemos reflejada en la creación de una ermita, primitiva iglesia fundada por Francisco de Maluenda e Isabel Guerra.
Santa Brígida se convierte así en uno de los lugares más atrayentes, puesto que las condiciones climáticas y la capacidad productiva de la tierra, la sitúan como un núcleo poblacional importante. En el siglo XVII se produce un importante aumento de la población, manteniéndose esta tendencia durante los siglos posteriores. Los habitantes se distribuyen entre los barrios de El Monte, La Atalaya, Las Cuevas, Las Goteras, Satautejo, La Angostura, Los Silos, Lomo Espino y Pino Santo. Santa Brígida se convierte de esta forma en una de las poblaciones más importantes de Gran Canaria, siguiendo a Las Palmas de Gran Canaria y Telde.
Uno de los episodios que debemos destacar de la historia de este municipio es el acaecido en 1599, en el Monte Lentiscal fueron derrotados los holandeses de Van der Does, por las milicias que estaban en ese momento en la Vega, bajo el mando del capitán Cipriano de Torres. Tan importante fue este hecho, durante el cual la zona actuó como refugio de los habitantes y las instituciones de la Isla, que se ubicaban en la entonces ocupada ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que tras constituirse en municipio se adoptó en el escudo de armas el lema “por Dios y por la fe, vencimos al holandés”.
Hay que destacar que con motivo de la Fiebre Amarilla en Las Palmas de Gran Canaria en el año 1808, se vuelven a trasladar al municipio las sedes de la Real Audiencia y la Inquisición, que concretamente se ubican en El Madroñal, en una casona solariega, conocida hoy por “la Inquisición”. |